Cada 1 de febrero, las comunidades purépechas celebran el renacimiento del mundo con el encendido del Fuego Nuevo. No se trata solo de prender una llama: es la manera en que la comunidad se purifica, se une y se compromete con un nuevo ciclo de vida en armonía con la naturaleza.
En una boda purépecha, el amor no se mide en anillos, sino en ofrendas: maíz, panes, fruta, tortillas recién hechas sobre el comal. Cada familia comparte su cosecha como símbolo de abundancia. Las novias visten con huanengos y rebozos bordados con símbolos protectores; los ancianos bendicen la unión como parte del tejido comunitario.
El Día de Muertos, lejos de ser una fecha de tristeza, es un reencuentro sagrado. Las velas y flores iluminan los panteones mientras las familias conversan con sus muertos. Aquí, los antepasados no se olvidan: se alimentan, se saludan, se celebran.
En la mesa purépecha no hay prisa. El metate, el molcajete y el comal son instrumentos de memoria. Comer juntos es agradecer: al sol por el maíz, al agua por los frijoles, al viento por las milpas. Cada platillo —ya sea una corunda, un taco de charales o un atole espeso— es una narración ancestral.
La danza de los viejitos y el juego de pelota encendida no son espectáculos: son lecciones de equilibrio, de lucha, de respeto a la dualidad vida-muerte, luz-oscuridad. En cada paso y cada giro, los jóvenes aprenden que el cuerpo también es una forma de rezar.
Aquí, la tradición no es nostalgia: es resistencia, es identidad, es un presente que se nutre de lo antiguo para florecer en lo nuevo.
Si alguna vez dudas hacia dónde volar, sigue el fuego, sigue el canto, sigue la tortilla caliente sobre el comal… y llegarás a Michoacán, el alma viva de México.
"Nace como parte de un esfuerzo ciudadano nacido por mostrar el rostro humano de nuestro estado. Aquí celebramos a quienes siembran, enseñan, cocinan, crean, preservan y aman profundamente esta tierra.
Cada historia que contamos, cada imagen que compartimos, está hecha con respeto, raíz y esperanza.
Porque cada rincón de Michoacán guarda una historia que merece ser contada con orgullo: la dignidad de un pueblo que crea, ama y se levanta".
Myriam Martínez Ramírez .